México, DF. Kirk Douglas, quizás la última gran estrella de la Época de Oro de Hollywood, falleció el miércoles en su hogar de Beverly Hills a los 103 años.
Había experimentado una larga y difícil recuperación tras un derrame cerebral que padeció en 1996.
En 2011, con bastón, subió al escenario de la ceremonia del Óscar, coqueteó de buen humor con Anne Hathaway y presentó alegremente la categoría de Mejor Actriz de Reparto.
Para entonces era una de las últimas leyendas de la Meca del cine de grandes estudios que pocos de los asistentes a esa gala en el Teatro Kodak podían haber conocido, excepto a través de películas antiguas hoy consideradas clásicas.
“Para mí, actuar es crear una ilusión, mostrar enorme disciplina, no perderte en el personaje que estás interpretando”, escribió en su autobiografía, “El Hijo del Ropavejero” (1988). “El actor nunca se pierde en el papel que está realizando; eso le corresponde al público”.
El motor que impulsó a Douglas a lograr, una y otra vez, fue su historia familiar.
Nació bajo el nombre de Issur Danielovitch el 9 de diciembre de 1916, en Amsterdam, Nueva York. Los molinos de la ciudad no contrataban a judíos, por lo que su padre, Herschel, se volvió ropavejero, coleccionista y comerciante de artículos desechados.
Era un hombre poderoso que bebía mucho y le gustaba pelear, y a menudo era un padre que dejaba a su familia a la buena de Dios.
Tras asistir a la Universidad de St. Lawrence, Douglas estudió actuación dos años. Hizo su debut en Broadway en 1941.
Al año siguiente se enlistó en la Marina y fue entrenado en tácticas de guerra antisubmarinos.
Se casó con Diana Dill en 1943, justo antes de participar en la Segunda Guerra Mundial. Tuvieron dos hijos, Michael y Joel, antes de divorciarse, en 1951.
En 1954, Douglas desposó a Anne Buydens, con quien tuvo otros dos hijos: Peter y Eric, este último murió en 2004 a los 46 años por una sobredosis accidental de alcohol y medicamentos.
Debutó en cine en 1946 con la película El Extraño Caso de Martha Ivers, pero no fue sino con el filme de 1949, El Ídolo de Barro, que se convirtió en estrella.
Espartaco, de 1960, bajo la dirección de Stanley Kubrick, es uno de los últimos despliegues de elenco masivo producido por Hollywood, su popularidad perdura hasta nuestros días. El filme fue restaurado, coloreado y reestrenado en 1991.
Hubo reveses en su vida personal. En 1986, le colocaron un marcapasos. En 1991, sobrevivió a un accidente de helicóptero en el que otras dos personas perdieron la vida.
En enero de 1996, sufrió un derrame cerebral que lo dejó con daños serios en el habla y una depresión tan profunda que, según revelaría después, lo hizo considerar el suicidio.
Las últimas películas que estelarizó tuvieron un tema común: la reconciliación entre padres e hijos. Una era en tono de comedia, Herencia de Familia (2003), en la cual compartió créditos con Michael Douglas en el papel de su hijo.
La otra fue el drama Ilusión (2004), en la que volvió a dar vida a un padre distanciado de su unigénito.
Tal vez, en conjunto, ambas producciones fueron un final apropiado para el hijo del ropavejero, un actor cuya pobreza en la infancia y su papá ausente nunca dejaron de estar en su mente.”De eso se trata”, dijo al describir lo que lo había impulsado. “Ese es el núcleo, esa primera parte de ti”.
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